La semana pasada, concretamente durante los días 27 y 28 de septiembre, tuve la oportunidad de asistir al seminario “El estudio del artista. Laboratorios del siglo XX”, a través de una beca que se me concedió desde la institución organizadora, la Universidad Internacional de Andalucía. La actividad se desarrolló dentro del auditorio del Museo Picasso Málaga que durante estos días se convirtió en un verdadero espacio de reflexión en torno al taller del artista, entendido como espacio íntimo, privado y casi siempre solitario, dentro del contexto del museo, que suele relacionarse más con una noción de espacio abierto, colaborativo y plural. Y destaco la noción de espacio de reflexión porque el seminario contó con la presencia de un elenco muy plural de especialistas, pero también, y sin duda, uno de los mayores regalos de este seminario, con la presencia de la figura del artista, representada por Juan Uslé (1954), Antonio López (1936) y Guillermo Pérez Villalta (1948). Más allá del contenido de las ponencias, pues como toda narración siempre están abiertas a la interpretación y apreciación subjetiva, la mayor riqueza de este seminario fueron los debates conjuntos y las reflexiones individuales que nacieron de las diferentes ponencias. Todos ellos buscaban activar el taller como foco de conocimiento del propio artista, pero también de su época y contexto, pues nos permite hacer un análisis del “espíritu de la época” como apuntaba Villalta en su superlativa intervención. Para él el estudio es como un lugar de culto en el que se lleva a cabo “el ritual de la creación”, es un espacio sagrado, que no religioso, en el que busca siempre que sus obras alcancen la “bellezasensibilidad” un concepto creado por él con el cual busca reivindicar la necesidad y la importancia de ambos términos pues, según él, hoy en día la sensibilidad es entendida como algo negativo en el mundo del arte. Como veremos, esta es una de las muchas concepciones que puede adquirir la noción del taller o atelier como lo llamaremos en adelante.

«El taller», Guillermo Pérez Villalta, 1979. Acrílico sobre lienzo, 180 x 180 cm. © 2017 Fundació Suñol
Creo indispensable aportar la definición del propio término antes de comenzar a reflexionar sobre él. La palabra atelier viene de astilla la cual etimológicamente procede del latín “astŭla” que quiere hacer referencia a los fragmentos que caen al suelo cuando se trabaja la madera. Es interesante la relación de este significado con el que tenemos actualmente de atelier como lugar destacado precisamente por los restos que son acumulados por el artista, pero sobre todo por su trabajo, por el desbroce de sus obras hasta que las da por concluidas. Todo ese remanente queda en el taller, como muestra y testigo de lo ocurrido en él, del proceso creador, del tiempo dedicado a cada obra y del tiempo vivido en él por el artista, como apuntaba Luis Puelles, profesor titular de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de Málaga.
Los ateliers son lugares de creación, pero, como nos anunció Elisabetta Orsini, profesora de la Universidad La Sapienza (Roma), también son espacios que se configuran como ecos de la mente del artista. El atelier, según Orsini, se encuentra entre dos espacios, el espacio inmutable que configura la mente y el espacio físico conformado por el propio cuerpo, en cuanto a la transfiguración física de aspectos propios de la mente, personalidad y creación del artista. El atelier se encontraría en la línea imaginaria que los uniría y que se entiende como algo vivo y activo que responde a los propios cambios y movimientos del artista. Así, este espacio de creación queda definido como el área que es resultado de sus acciones y que se encuentra lleno, física o metafóricamente, de objetos subjetivados de “lo exterior” que adquieren un sentido propio y que son un reflejo de aquel que lo habita y de su contexto. Hay que tener en cuenta que durante los siglos la idea y la concepción del propio taller fue transformándose, conviviendo hasta el día de hoy muchos tipos de talleres, tan variados como las propias personas que trabajan en ellos. A continuación intentaremos ahondar y dilucidar esas tipologías que sobrevolaron los diferentes discursos del seminario a través del siguiente diagrama.
A lo largo de las diferentes ponencias se dilucidaron estas dos concepciones del atelier. Por un lado, el atelier tangible, que es resultado del trabajo en sí y que a su vez podremos volver a subdividir en otras tipologías según su naturaleza y/o según el proceso creativo y las singularidades de cada artista; y por otro lado, estaría el atelier intangible, descrito anteriormente según los criterios de la profesora Orsini, que se constituiría o no físicamente y, de hacerlo, sería algo así como un museo de la memoria, de las vivencias, del trabajo y del carácter del artista. Resulta realmente fascinante y sugestiva esa idea de la mente como atelier, como un espacio en el que toma forma la creación y que a su vez se transfigura en la obra pudiendo, en algunos casos, trasladarse también a un espacio físico de trabajo.
El atelier responde así a un prototipo mental, es decir, está creado y (des)organizado para satisfacer la concentración del artista. En unos casos se puede hablar de estudios más “puristas”, como el diseñado por Le Corbusier (1887-1965) para su amigo Amédée Ozenfant (1886-1966), pintor cubista francés, como expuso Juan José Lahuerta, profesor de Historia del Arte en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona; mientras que otros responden más a una “pura” anarquía acumulativa. Ese sin duda sería el caso del estudio de Francis Bacon (1909-1992), expuesto de una manera magistral por Margarita Cappock, Subdirectora y Jefe de colecciones de la Galería Hugh Lane de Dublín, cuya intervención fue otro gran regalo del seminario. El estudio de Bacon podría parecer un espacio sucio, confuso, lleno de todo y nada al mismo tiempo, propio de una mente nerviosa e incoherente, pero nada más lejos de la realidad pues precisamente ese ambiente era el idóneo para su proceso creativo. El artista defendía “El caos me sugiere imágenes”, es decir, esos “desechos” que podrían ser para nosotros, para él se configuraban como solía llamarlos en “detonadores de ideas”, pues en su arte “atelier” y “obra” eran análogos, semejantes, dependían lo uno de lo otro.
Algunos espacios responden más a la idea de “obrador”, en cuanto a taller más relacionado con la artesanía, como en el caso de Antoni Gaudí (1852-1926), mientras que para otros como Andy Warhol (1928-1987) el atelier era entendido como una fábrica en la cual, como expuso José Lebrero, director artístico del Museo Picasso Málaga, el artista no tuvo problema en combinar el espacio del atelier con el de la oficina pues, para él, “el mejor arte eran los negocios”, todo era una misma cosa. Por su parte, el pintor Antonio López, en un intento de desmitificar el atelier como foco de interpretación, comprensión y conocimiento del artista, apuntaba “Lo importante del taller es el artista, el que lo habita” y continuaba diciendo “El estudio para el pintor es como la pescadería para el pescadero, es su lugar de trabajo […] depende de tu arte y tu economía”.
Vemos así lo diferentes significados y usos que puede llegar a tener el atelier para cada artista. Elisabetta Orsini, por ejemplo, apuntaba que quizá el estudio no deje de ser una habitación de juegos, que une al artista con su infancia, es decir, con la capacidad de los niños para fantasear y abstraerse pues ellos “saben jugar sin juguetes”. Esa reflexión podríamos verla ejemplificada en el estudio de Paula Rego (1935), “una artista que relata” como ella misma se definía y en el cual jugaba entre figuras reales y “monigotes” travestidos con vistosos y divertidos disfraces que almacena en su taller. Su estudio, junto al de otros artistas de la llamada Escuela de Londres, como Frank Auerbach (1931) o Lucian Freud (1922-2011), fue expuesto por Ramón Melero y Paloma Rayón, ambos miembros del Departamento de Arte del Museo Picasso Málaga.

En imagen, de izquierda a derecha, Luis Puelles, Juan Uslé, Antonio López y José Lebrero, durante la primera jornada del seminario
De este modo, y tras haber expuesto algunos de los casos abordados en el seminario, creo que es importante retomar la subdivisión del atelier “tangible” al que nos referíamos anteriormente. Es decir, retomar el concepto para hablar de tipologías, que a fin de cuentas es hablar de los distintos tipos de artistas y sus procesos creativos.
Vemos así las posibilidades que plantea este tipo de atelier o estudio o taller, que a fin de cuentas es hablar de una misma cosa. Y a través de este intento de clasificación me planteo cuestiones como ¿Es necesario el aislamiento para crear? ¿Es realmente el taller un espacio ilimitado sin fronteras, sin márgenes ni centro, sin marco ni techo? Pues, como decía Orsini, citando a Alberto Giacometti (1868-1933) “mi atelier son dos pies que andan” o, como exponía José Lebrero hablando del estudio de Beuys “Su estudio es su mesa, su libreta, su pluma, la academia, una exposición, es un templo sin deidades”. O quizá sea esa cueva, útero y refugio, lugar de evasión o quizá sea sencillamente un centro de producción. Supongo que todo artista o más bien todo creador necesita de esa cueva física o mental, de un lugar que sólo sea para sí mismo y que quizá, sólo quizá, deje que alguien más conozca. En el fondo, se trata de tener un espacio tangible o intangible en el que sólo estés tú, un lugar en el que conectar contigo mismo para simplemente crear. Orsini nos planteaba, en palabras de Joan Miró (1893-1983), tres conceptos brillantes que referencian el proceso creativo del artista que son “Concentrarse – Encontrarse – Concatenarse”, entendiendo el trabajo como algo cíclico, día tras día, sin desviaciones. Creo que estos términos valdrían para más de un debate, esa idea de encontrarse a sí mismo en el trabajo, el desarrollar modos de concentración para encontrarte en el punto exacto de creación del día anterior para, así, poder proseguir con tu obra.
De este modo, hemos pensado sobre el espacio de creación, el físico que rodea al cuerpo y lo configura, y el espacio mental, al igual que las vías por las cuales todo ello colabora, detona o potencia el impulso creador del artista para comenzar, elaborar y dar por terminada una obra pues, como anticipaba en la presentación del seminario el profesor Puelles, lo importante era preguntarse precisamente por eso, preguntarse por el proceso.
Como siempre, os dejo abajo algunos enlaces que espero que os sean de interés para aquellos que os hayáis quedado con ganas de más. ¡Aquí os espero!
- Dublin City Gallery. The Hugh Lane
- Espacio de la web dedicado al estudio de Francis Bacon
- Enlace a la web del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo dedicado a Guillermo Pérez Villalta
- Entrevista a Guillermo Pérez Villalta en la web «Jot Down. Contemporary Culture Mag«
- Fondation-Giacometti, espacio de la web dedicado estudio del artista
- Tate Britain, espacio de la web dedicado al estudio de Alberto Giacometti
- Museo Casa Das Historias – Paula Rego en Cascais (Portugal)
- Museo Guggenheim, espacio de la web dedicado a Amédée Ozenfant
- Fundación Le Corbusier, París (Francia)
- Museo Andy Warhol, Pittsburgh (EE.UU.)
- Web oficial Antonio López
- Fundación Joan Miró, Barcelona
- Fundación Pilar y Joan Miró, Mallorca